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martes, 21 de mayo de 2013

República o Consulado vitalicio


Si nos remontamos a aquella dura y hermosa época en que los pueblos americanos iniciaban sus trabajosas luchas para liberarse del yugo de los conquistadores europeos, nos encontramos en presencia de hombres, verdaderos líderes o conductores de multitudes, que enarbolaron la bandera de libertad y condujeron a aquellos pueblos en la ardua senda de la conquista de ser hombres libres.

Simplemente recordaremos algunos de los más destacados, mencionando a Antonio José de Sucre, Bernardo O'Higgins, José de San Martín, José Gervasio Artigas y Simón Bolívar.

Pero de ellos, hoy nos interesan José Gervasio Artigas Arnal y Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco, abreviando, José Artigas y Simón Bolívar. 

Artigas, Protector de los pueblos libres. Bolívar, Libertador. 

Ambos se movieron en ámbitos geográficos distintos, pero con similares ansias de liberar a sus pueblos del dominio extranjero.

Evidentemente el ámbito en que batalló Bolívar, fue más extenso que el de Artigas.

Con un primer intento en 1810 y un segundo en 1813, ambos fallidos, consigue finalmente en el 1819 la derrota de los españoles en Venezuela, cuando ya desde su segundo intento ostentaba el título de Libertador.

Pero Bolívar soñaba no solo con liberar Venezuela, sino que su mayor anhelo era liberar toda Latinoamérica y unirla en una confederación, por lo que, atraviesa los Andes y en la batalla de Boyacá, vence a los realistas españoles y conquista Nueva Granada, actual Colombia.

En el mismo año 1819, reúne un congreso en la localidad de Angostura, que elabora una Constitución donde unifica en República de Colombia, lo que hoy es Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Panamá y le nombra Presidente.

A pesar de que Ecuador y Perú integraban la Gran Colombia, aún había que expulsar a los españoles de sus territorios. En unión con Sucre en el 1822 libera Ecuador y procede entonces a la conquista de Perú, para lo que se reúne con el caudillo José de San Martín que había liberado Argentina y Chile. 

En la reunión de ambos líderes, en Guayaquil, surgen las diferencias que imposibilitan la unión, al chocar ambiciones particulares y fines políticos divergentes.

San Martín renuncia a entablar una lucha por el poder y se retira, marchándose posteriormente a Europa.

Bolívar libre de la presencia de San Martín se pone al frente de los insurrectos peruanos y en la batalla de Ayacucho en 1824 pone fin a la presencia española en Perú, quedando apenas algunos focos realistas en el Alto Perú, actual Bolivia, derrotados el año siguiente.

Queda conformada así la República de Bolívar y además de la presidencia de la Gran Colombia, Simón Bolívar asume como presidente de Perú y la República de Bolívar, implantando el modelo constitucional que pretendía para su gran confederación sudamericana, con un presidente vitalicio y hereditario.

Ya había mencionado el Consulado Vitalicio, similar a ese modelo "monocrático", que finalmente hacía realidad en una parte de su proyecto. 

Pero aquella tendencia a un gobierno de corte dictatorial, confrontaba con los sentimientos de los distintos pueblos que continuaron la búsqueda de la independencia política. Es así que su presidencia termina en el 1826.

Por otra parte unos años antes, precisamente en el 1813, más al sur, en la Provincia Oriental, el Gral. José Artigas signaba las instrucciones elaboradas por un congreso de vecinos y representantes de los pueblos, que debían propiciar los Representantes del Pueblo Oriental, en la Asamblea Constituyente que se realizaría en la ciudad de Buenos Aires.

Para nuestro tema de hoy, son fundamentales los artículos 5 y 6 de las Instrucciones, que se refieren a la forma de gobierno, tanto de las provincias como del gobierno central, donde se establece que "se dividirán en Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial" y que "Estos tres resortes jamás podrán estar unidos entre sí, y serán independientes en sus facultades". 

La separación de poderes, base fundamental de la república democrática.

Para evaluar la permanencia de la democracia uruguaya a través de los siglos, a pesar de algunos momentos de debilidad de esa democracia, es imprescindible fijarnos en esos inicios, que son el verdadero sustento de la participación del pueblo. Es nuestra herencia del Gral. Artigas.

Sin embargo aquella otra herencia, quizá con algunos ingredientes, tales como marxismo, leninismo, castrismo y nacionalsocialismo, se extienden por Latinoamérica, conformando una serie de gobiernos autocráticos, que pretenden la unión Sudamericana bajo el totalitarismo de la hoz y el martillo.


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