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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Mujeres

Abnegadas y heroicas

El 6 de diciembre de 1864, la asediada Paysandú, sufría uno de los más tremendos bombardeos de la Escuadra del Imperio Brasilero al mando del almirante Marqués de Tamandaré, compuesta por las corbetas Recife, Belmonte y Paranahíba y las cañoneras Ivahý y Araguaia, el asedio de las tropas del brasilero Antonio de Sousa Neto, las tropas porteñas del unitario Bartolomé Mitre y las huestes de Venancio Flores alzado contra el gobierno constitucional del presidente Bernardo Prudencio Berro.

En una casa del centro de la ciudad, se refugiaban algo más de una veintena de mujeres, unos cuantos niños y algunos ancianos, buscando salvar sus vidas de la barbarie desatada por las veleidades dictatoriales de Flores.

Un enorme estruendo, una lluvia de cascotes y maderas sobre sus cabezas, fue el resultado de una granada disparada por una pieza de grueso calibre de la armada brasilera, caída en pleno techo de la vivienda. Algunos rasguños y magulladuras leves fueron las consecuencias, además de la zozobra y el dolor por la destrucción generalizada.

Aquel incidente del cruento asedio a la Heroica, sería un hito en la historia del Uruguay libre y democrático, marcando la génesis de la mujer política.

Aquellas bravas orientales, que junto a sus hombres sufrieron las atrocidades de la guerra, que fueron las auxiliares imprescindibles en el momento de apagarles la sed acercándoles la frescura del agua, que llegaron hasta las líneas de combate para reponer municiones y pólvora y cuando faltaron fulminantes supieron conseguir fósforos para suplirlos; cuando se encontraron salvas de la destrucción de la granada brasilera, prometieron ante la Patrona de Paysandú, Nuestra Señora del Rosario, llevarla en andas por las allí presentes, en una procesión que recorrería las calles de Paysandú.

Paysandú ya en ruinas, fue invadida por los alzados y sus cómplices; cayeron los héroes por la ignominia de Goyo Jeta y Pancho Belén con la complacencia de Flores, sellando la suerte del País, que se dirigía irremediablemente a la dictadura que asumiría en pocos días el mismo Flores con el nombre falso de Gobierno Provisorio.

Sin embargo en las almas encendidas de aquellas mujeres, junto a la promesa a la Patrona, germinaba, quizá aún no percibida, otra enorme pasión de trasfondo político. Ellas fueron testigo no solo de la destrucción de Paysandú, sino también de la muerte de muchas de sus vecinas, madres, hijas y amigas bajo las balas enemigas y del facón del asesino y que junto a sus hombres fueron sepultadas en forma anónima en aljibes o fosas comunes cubiertas con cal, y principalmente fueron testigos de primera línea del oprobio infligido a la Patria.

La pasión nacida del dolor, las llevaría a convocar para el cumplimiento de la promesa hecha bajo las bombas, a todas las mujeres sobrevivientes, las que lucharon junto a sus hijos, padres y maridos, pero también a las que desde la isla de la Caridad presenciaron los dolores de la ofensa y las vecinas de allende el río que desde la costa entrerriana llevaron auxilios diversos a los sitiados.

En diciembre de 1866, en plena dictadura de Flores, las mujeres sanduceras cumplieron su promesa. Llevaron en andas a la Patrona de Paysandú, Nuestra Señora del Rosario, atravesando la ciudad desde las ruinas de la Iglesia hasta el cementerio. Caminaron entre los escombros aún no levantados de los edificios destruidos, pero no iban solas, además de la veintena de sobrevivientes de la granada brasilera, caminaban detrás de la Virgen más de tres mil personas, la mayoría mujeres y desde las aceras, conmovida, toda una población asistía a aquella manifestación de fe.

Aquella demostración de fe religiosa, en un momento de profunda conmoción política, bajo una dictadura, que dedicó gran parte de sus esfuerzos en la persecución de sus adversarios, luego de cumplir el compromiso con sus aliados en la guerra de la Triple Alianza, evidenciaba además otra connotación indiscutible, transformándose en la primera manifestación femenina de elevadísimo contenido cívico en el País.

Aquellas mujeres, que eligieron enfrentar la muerte para que la Patria viviera, sembraron aquella semilla de civismo, que germinó en buena tierra y enhiesta se yergue hasta el presente con una pléyade de mujeres políticas que, bajo la gloriosa bandera nacionalista, siguen luchando por la democracia verdadera, por la que entregaran su vida Leandro Gómez y sus bravos.

El 2 de enero de este año, se cumplieron 150 años de la caída de Paysandú y en diciembre del año próximo se cumplirán 150 años de aquella primera manifestación política femenina. 

¡Qué bueno sería que las actuales políticas blancas homenajearan a aquellas heroicas sanduceras, recordando y conmemorando debidamente aquel acontecimiento! 

Ellas hicieron su promesa y la cumplieron con creces, hoy el desafío es para tantas legisladoras y tantas mujeres activas luchadoras del Partido de Oribe.

La invitación o desafío queda hecho.